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  • br El reto de la realidad emp rica Si

    2018-10-29


    El reto de la realidad empírica Si bien la discusión conceptual sobre el género transcurría más allá de las fronteras mexicanas, ese era ya el contexto que enmarcaba la investigación sobre El orden discursivo de género en Los Altos de Jalisco (Palomar, 2005), con la cual terminé mis estudios de doctorado y en la cual, de varias maneras, se pusieron a prueba los límites del concepto. Esta investigación, situada en el campo de los estudios de género, tenía en su Measures dos supuestos teóricos asumidos que expresaban el punto en el que estaba en el medio académico mexicano la discusión sobre el tema: que el género encontraba su significado conceptual pleno al usarse como aquello que lo distingue del sexo (biológico), y que su utilización tenía implicada de manera inequívoca la idea de la emancipación de las mujeres. La investigación de tesis partía además de una preocupación en torno al proceso de la producción de lo local y sus implicaciones en la producción de los sujetos insertos en ese contexto, atravesados por el género. Como señalé más arriba, en el inicio de la investigación parecía suficiente la definición del género a partir de la distinción del sexo y su consideración como construcción cultural de la diferencia sexual (Lamas, 1996). Algunos de los efectos teórico-metodológicos derivados de dicha definición fueron los siguientes: asumir que la apariencia anatómica es la evidencia del sexo como algo que forma parte de la realidad y al género como el producto cultural elaborado sobre el sexo, siendo sencilla su diferenciación y asumiendo que el resultado es simbólico y no meramente imaginario; creer por lo tanto que la diferencia sexual estaba ahí, en la realidad empírica; dar por sentado el nexo entre el género y el poder, y un significado transparente y unívoco de ambos conceptos; asumir que el género antecede a las prácticas de producción del género; considerar que las mujeres son datos empíricos que encarnan lo femenino y que los varones son también datos empíricos que, por contraste, encarnan lo masculino; que hablar del género implicaba en sí mismo la comprensión de la opresión social y la transformación de la dominación masculina; que las mujeres, pensadas de entrada como sector oprimido, son víctimas del orden de género, y los varones sus victimarios; por consiguiente, que las mujeres rechazan la opresión y los varones la ejercen gustosos. Decidí entonces suspender toda definición a rhodopsin priori del género y más bien estar atenta a lo que, a través de las prácticas discursivas regionales, conducía a entender la lógica que se desplegaba en la cultura regional acerca de la diferencia sexual. Poco a poco pasé a pensar en el género como un particular principio simbólico central en el orden social regional, vinculado con la manera en que se intentaba simbolizar la diferencia sexual y estrechamente tejido en la cultura local cuya lógica había que descifrar. Esto implicaba tres cosas: una, Measures que el género es el resultado de un esfuerzo significante; dos, que dicho esfuerzo es siempre un intento fallido, y tres, que no hay manera de aislar el registro del género de los otros registros simbólicos que conforman un orden sociocultural particular. Esta perspectiva me permitió el análisis de las configuraciones culturales locales considerando las prácticas discursivas mismas como vías de construcción de género, en lugar de verlo como el efecto de las prácticas discursivas; es decir, planteo que son estas últimas las que, en su puesta en acto, construyen género en su imbricación con otros circuitos discursivos importantes para la producción de las identidades regionales. De esta manera logré analizar a los sujetos en una actuación del género sumamente efectiva en términos culturales y en términos del interés por reproducir y sostener el orden social regional. No se trataba de describir a los hombres y a las mujeres de la región, sino de rastrear lo femenino y lo masculino como principios simbólicos en movimiento en la cultura regional y de analizar a los sujetos locales que producía el género al entrar en combinación con otros registros simbólicos, así como de descubrir los efectos del principio simbólico de género en las relaciones sociales y en las distintas expresiones de la cultura local.