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  • Tambi n fueron publicadas algunas peque as citas

    2018-10-22

    También fueron publicadas algunas pequeñas citas de autoras como María Elena Walsh. Por ejemplo, en el primer número, se transcribieron unas reflexiones en las que confluye naturalmente la preocupación de la lucha feminista en el marco del contexto político y cultural de Argentina de los setenta. Sin embargo, quizá el rasgo distintivo y que merece una mención destacada (en particular si, como haremos, tomamos luego la lectura que las feministas de los 80 van pannexin-1 inhibitor realizar sobre esta experiencia) es la adscripción de Persona a los postulados sostenidos por el feminismo radical, tanto por las autoras traducidas y publicadas —la mayoría de ellas representantes norteamericanas de dicho feminismo—, como por las notas elaboradas por militantes argentinas. El feminismo radical, que, grosso modo, tuvo sus expresiones más destacadas en Estados Unidos, postuló la existencia de clases sexuales. Este principio le permitió identificar con cierta claridad a quiénes debía enfrentar la lucha feminista —concretamente, al varón que no estuviera dispuesto a ceder sus beneficios expropiados a las mujeres—, al tiempo que permitía una identificación y unificación de la población militante femenina. En las páginas de Persona, este componente radical se expresó en frases como esta. Como señalábamos, el aspecto derivado de este postulado del feminismo radical es una unificación de la población femenina, de todas las mujeres hermanadas en la opresión por el sexismo y el sistema patriarcal, en definitiva, por los varones, en tanto que beneficiarios de este sistema. Verbigracia, en el segundo número de Persona se sostiene que: “Feminismo es la lucha que todo sexo femenino ha emprendido contra la supremacía masculina que impide la libre expansión de la personalidad femenina, negándole derechos fundamentales y oprimiéndola con todos los deberes” (Persona, núm. 2, p. 26; las cursivas son nuestras). A lo largo de toda la publicación, la caracterización del sujeto mujer oprimido no admitió ninguna otra determinación. Las mujeres compartían una realidad que atravesaba a todas las clases y grupos sociales. Afirmaba María Luisa Bemberg (ufa, en una nota publicada en la revista Claudia en julio de 1973, que: Así es que Persona sale a la calle “con el propósito de informar, analizar y testimoniar sobre la condición de la mujer en nuestra sociedad” (Persona, núm. 1, p. 3). Esta comprensión e interpelación del sujeto del feminismo en función de su participación en una condición universalizable, la de mujer, resulta graficada en las fotografías de las tapas de los dos primeros números de Persona. En el primero se retrató a transpiration una muchacha joven, bella y bien arreglada, parada entre una multitud de gente que caminaba las calles céntricas de la ciudad, de frente a la cámara y con la mirada perdida en el horizonte. En el epígrafe al reverso, puede leerse: “Entre la multitud que puebla nuestras calles, se distingue la figura de una nueva mujer. Decidida, estudiosa y trabajadora, ella avanza hacia el porvenir liberada de tabúes y prejuicios, y con la seguridad de ser una Persona”. Algunas investigadoras han señalado la similitud de esta imagen con cualquier tapa de revistas dirigidas a público femenino. En el segundo número, en cambio, la tapa es una foto de una mujer adulta, pobre, andina, encorvada, que lleva en sus espaldas a una niña. El epígrafe afirma: “Indígena, campesina, mujer y madre, víctima de todos los imperialismos, esta boliviana es el símbolo de la mujer latinoamericana”. Estas dos tapas son una buena síntesis del amplio universo femenino al que Persona buscó representar de igual manera y, podríamos decir, rechazando cualquier diferenciación entre ellas. De alguna manera, esta búsqueda de dar cuenta de la representación y unificación de todas las integrantes de esta clase sexual terminó por producir una representación inocente o, si se quiere, liberal, normalizada, urbana y ciudadana de la población de mujeres a las que estas feministas procuraban representar. Y es que Persona, que era probable que estuviera cautiva de la realidad cotidiana de sus integrantes y una retórica de la igualdad al interior del género femenino, concluyó retratando al centro la situación de las mujeres de clase media y alta que encarnaban las propias militantes feministas, como si fuesen intercambiables con las realidades de otras mujeres. No pudieron, entonces, dar cuenta ni de las mujeres pobres u obreras ni de las jóvenes (y no tan jóvenes) militantes que se sumaban al proceso de radicalización política que vivía la Argentina desde mediados de los años 60. Al diagonalizar la revista, se hace evidente el riesgo, o la tentación, de la esencialización, un uso de la esencialización que se presenta con la fuerza de las aporías que habitan desde sus comienzos el movimiento feminista y la constitución de los sujetos que los definen. Por decirlo en términos de Spivak (1989), en muchos pasajes, cuesta discernir la posición enunciativa; es decir, cuando se trata de un esencialismo que propone una representación sustancializada de las mujeres o de la condición femenina, y cuando se está batallando mediante un esencialismo estratégico que hace un uso político de la esencialidad.