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  • Si al hablar de realismo se alude

    2019-05-13

    Si al hablar de “realismo” se alude en verdad angiotensin receptor blocker un determinado tipo de relación entre literatura y realidad, es la pregunta acerca de las características de esta relación la que nos conduce nuevamente a las crónicas de Indias en la medida en que el siglo xvi en Occidente es un momento en el cual la noción de lo real y de la representación se está modificando, de la mano de los cambios en la noción de “experiencia”. Página a página, la Historia verdadera alude a dos tipos de experiencia, disímiles y unidos diacrónicamente en la figura del autor Bernal Díaz: la experiencia de la guerra y la conquista, por un lado, y la experiencia de la escritura, por otro. Así, se pone en escena uno de los tópicos de la época, en el que incurre el propio Cervantes: el sujeto que se constituye entre la pluma y la espada. De la mano de la emergencia de una nueva noción de “sujeto”, vinculada al concepto de “individuo”, estas dos dimensiones se reúnen en la voluntad escrituraria, memorialista e historiográfica de numerosos protagonistas, convertidos así en enunciadores privilegiados en virtud de su experiencia de primera mano. Una vez más: las modulaciones del discurso legal, la convención de veracidad del narrador-protagonista (viajero también), la primera persona enunciadora y veraz de la probanza de méritos y el testimonio afirmando la falta de mediación entre el discurso y “lo real”. Llama la atención, no obstante, que llevadas por el pacto de lectura que esta crónica propone y por su carácter intrínsecamente persuasivo, algunas aproximaciones críticas adjudiquen valor de verdad o mayor credibilidad al narrador de la Historia verdadera respecto de otros cronistas que le son contemporáneos. En cierta medida, lo que está detrás de algunas posiciones acerca del supuesto realismo de la Historia verdadera es la noción de “lo real” que la crónica misma afirma y, en cambio, lo que falta es una reflexión respecto a esa idea de “lo real”, que suele ser tratado como algo transhistórico: nuevamente, la preg-nancia del paradigma representacional, ahora inscrito en la mirada de la crítica. Por eso, es preciso ajustar estas consideraciones en función de una lectura dia-crónica e histórica del concepto de “lo real”. En primer término, y para volver al trabajo pionero de Auerbach, la concepción de “lo real” sufre una inflexión crucial a partir de la Modernidad, de un concepto “figural” en la Antigüedad y la Edad Media, asociado a la cosmovisión cristiana, hacia un concepto causal, que enfatiza el rol (y la responsabilidad) del sujeto entendido en términos de individualidad. Ya desde otra colocación, explica Raymond Williams que, en el siglo xvi, “lo real” como concepto presenta dos acepciones: es lo opuesto a placenta lo imaginario, es decir, “lo tangible, palpable o fác-tico”, por un lado, y es lo opuesto a lo aparente, entendido entonces lo real como “la calidad verdadera o fundamental de alguna cosa o situación” por otro. Estas concepciones persisten en los siglos xviii y xix, momento en que se enfatiza el sentido de lo real como “experiencia concreta”. Ambas están presentes en las afirmaciones de Bernal Díaz acerca de su verdadera y clara historia y de los hechos muy verdaderos que afirma narrar. Así, la verdad de su discurso radicaría en el relato de lo real pasado (por acaecido), entendido como experiencia concreta, tangible, vivida además por el mismo cronista, quien luego brinda testimonio, tanto a través de su memoria y de sus palabras como en su propia corporalidad: las referencias a las marcas, cicatrices y huellas que la conquista ha dejado en el cuerpo propio funcionan como índice (en su sentido de señalamiento pero más específicamente de contigüidad) de lo vivido, logrado, sufrido. Entonces, si la experiencia es presentada en términos de acontecimiento pasado, en el discurso de capitanes y soldados también es construida como saber acopiado, no en los libros sino en el propio cuerpo, en la propia memoria. La re-currencia de índices, deícticos, remembranzas en primera persona conforma ese saber y reclama un nuevo estatuto para la escritura del letrado no docto: la verdad de lo real tangible o afirmable como pasado; el realismo de una textua-lidad que se afirma en la supuesta representación de lo real para legitimarse. Se conforma así lo que denomino una “retórica del cuerpo”, que subraya la experiencia del actor y testigo, y los peligros enfrentados: heridas, muerte y la siempre latente posibilidad del sacrificio humano y la antropofagia. En la incesante polémica que la estructura, la Historia verdadera construye su verdad en una confrontación en torno a los cuerpos y a las marcas que las batallas han dejado en ellos. Esta “escritura corpórea” también busca seducir a los lectores de diversas épocas, con una deliberada construcción de la figura del soldado esforzado, valeroso, pobre y poco reconocido, que debe seguir batallando incansablemente a lo largo de toda su vida.