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  • Tasquinimod Lo que Jos Enrique Rod teoriz en

    2019-05-20

    Lo que José Enrique Rodó teorizó en Ariel, Vasconcelos, de niño en la escuela de Eagle Pass, pareció vivirlo en carne propia. En esta pelea “escuelera”, asociemos, ¿se asumía Vasconcelos Tasquinimod sí mismo como un Ariel, mientras a Jim, el gringo sanguíneo, lo consideraba como un Calibán? ¿No es, viéndolo bien, un determinismo demasiado facilista? En realidad, lo que Rodó propuso en Ariel no se trata de un manifiesto anti-Estados Unidos. Enrique Anderson Imbert observó que Rodó no intentó concebir en la disputa de los personajes shakesperianos, Ariel versus Calibán, a la América hispana versus la América sajona, o al espíritu versus la técnica. No. Eso sería una confesión de conformismo, con el que tampoco estaría de acuerdo Vasconcelos, Anderson Imbert precisó que el mensaje iba más allá de esa dualidad maniquea. Y Vasconcelos sí que rescató esta tesis intrínseca de Rodó, la de oponer el espíritu versus el materialismo, al rechazar la tendencia de los positivistas mexicanos de hacer dinero a como diera lugar en una vulgar imitación de Estados Unidos. También al renegar de participar en varios proyectos ambiciosos de sus jefes neoyorquinos. Uno de ellos, el banquero Beckins, le increpó “Lástima que usted se aferre a su temperamento de dreamer. Si usted quisiera entregarse de verdad a los negocios prosperaríamos más allá de lo que usted imagina”. Ante lo cual Vasconcelos se preguntó si no radicaba allí, en la ambición, el éxito de Estados Unidos. También se formuló la pregunta cuando se cruzó con otro negociante estadounidense, Warner, que se sentía heredero de los conquistadores españoles. Sin embargo, aunque admitía que gran parte del imperialismo estadounidense recaía sobre la propia debilidad latinoamericana, Vasconcelos a menudo interpretó de una forma facilista la tesis de Rodó, la de pensar que el verdadero heredero de Occidente, de Grecia, Roma y el catolicismo, era Iberoamérica, no Estados Unidos. Era, ademas, una tesis que cundía en la época y que Vasconcelos heredaba de prejuicios familiares desde cuando residían en la frontera a finales del siglo xix. El prejuicio patriótico cegaba a su padre: si admitía que los norteamericanos habían traído los ferrocarriles, “eso no quita que sean unos bárbaros […]. Nos han ganado porque son muchos”. La idea de que los estadounidenses eran bárbaros tenía mucho de anacrónica. Venía de los tiempos del Imperio romano, cuya frontera norte solía llegar hasta el río Rin, es decir, hasta los países del norte de Europa que muchos siglos después constituyeron el primer impulso migratorio en Norteamérica. Hasta Rubén Darío cayó en aquel anacronismo cuando en su “Oda a Palindrome Roosevelt” (1905) se expresaba así de los norteamericanos: “[…] hombres de ojos sajones y alma bárbara [.. .]”. O Tasquinimod cuando auguraba la invasión de los nazis a París: “¡Los bárbaros, Cara Lutecia!”. Vasconcelos insistió incisivamente cómo en la frontera, antes de que Texas se urbanizara, la cultura era cosa de latinos. Vasconcelos nunca dejó de lado tales anacronismos, a pesar de que estuvo a punto de quedarse estudiando filosofía en la Universidad de Texas en Austin, Lo dominó siempre el patriotismo y el prejuicio inculcado por sus padres. “En la frontera se nos había acentuado el prejuicio y el sentido de la raza; por combatida y amenazada, por débil y vencida, yo me debía a ella. En suma: dejé pasar la oportunidad de convertirme en filósofo yankee. ¿Un Santayana de México y Texas?”. Y en esta confesión, de si pudo haber sido un filósofo de origen hispánico escribiendo en inglés, Vasconcelos dejó ver su nostalgia por adquirir una disciplina más sistemática. Se quejó de cómo, si todos los positivistas mexicanos imitaban a Estados Unidos, ninguno imitaba su disciplina. Todos se creían muy yankees antes al despreciar la enseñanza del latín, cuando en todos los colegios de segunda enseñanza, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, el latín se impartía hasta por cuatro años. “Se daba, pues, el caso de que un país latino suprimía de sus programas de enseñanza el latín, en tanto que el vecino sajón multiplicaba universidades y colegios en que el latín es obligatorio”. Vasconcelos pedía, al mismo tiempo que una reafirmación en el criollismo, una buena asimilación de lo angloamericano. Y por aquí de nuevo incurría en otra contradicción cuando, puesto a fijar su primer viaje a Nueva York, no tenía sino palabras de admiración.