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  • Es necesario pensar la expresividad emocional como la

    2018-10-25

    Es necesario pensar la expresividad emocional como la capa más superficial de procesos corporales con resonancia psíquica y física. La experiencia es corporal y obedece ldv necesidades vitales como defecar, orinar o comer, rutinas que conllevan ritmos y vínculos diferentes en edades particulares, y están mediadas por condiciones históricas y socioculturales absolutamente singulares (Le Breton 2010). El cuerpo está dotado de una especificidad material y sensual, cuyo sentido en singular no está preinscrito (de Lauretis 2000). Dicha singularidad implica la originalidad del ser, lo irrepetible, la memoria corporal de cada cual, pues a la necesidad —tensión somática— se superpone lo anímico, y los cambios de vías para lograr la satisfacción aparecen muy temprano y continúan transformándose a lo largo de la vida. A dicho fenómeno, Freud lo denominó con el término pulsión, ese extravío humano que no es la satisfacción instintiva y automática de la necesidad. La pulsión es una energía psíquica potencial que tiene su fuente en una zona del cuerpo, que se esfuerza por descargar la tensión generada mediante la intermediación de un objeto (Freud 1915a).
    4 En la parte final de este artículo quiero concentrarme en experiencias de asignación y reasignación de sexo, para destacar la dimensión corporal que implica el proceso de sexuación. Con ello pretendo mostrar apenas un acercamiento a las fronteras del registro inconsciente. Mis planteamientos parten de observaciones y encuentros llevados a cabo en el marco de una investigación que inició ocho años atrás. Además de conocer y transmitir experiencias de personas a quienes la intersexualidad toca directamente en su cuerpo y vida cotidiana, el estudio me ha permitido ahondar en la comprensión del proceso a partir del cual todas las personas —intersexuales o no— devenimos sujetos sexuados. Por lo regular, el sistema de clasificación de los cuerpos en medicina no hace más que retomar un acto cotidiano, cuya reiteración lo instituye como obvio: mirar entre las piernas del recién nacido para buscar la presencia o ausencia de pene. Diferenciar el cuerpo a partir de una marca de sexo es un acto de producción de inteligibilidad que captura al sujeto en una red de significación desde su nacimiento. La respuesta a la pregunta “¿qué fue (niño o niña)?”, pretende salvar los agujeros del sinsentido, reunir carne y subjetividad. La asignación de sexo aparece entonces como una operación sencilla que resuelve de una tirada la partida de las identidades y acomoda a conditioned response los sujetos en el orden social. El acto de declarar un sexo al recién nacido tiene además el valor de una promesa, pues presenta, al orden social y al sujeto mismo, el horizonte de su posición en la lógica reproductiva. Asignar un sexo significa colocar cada cuerpo en un lugar y, mediante esa operación, designar calidades identitarias. No obstante, la posición en la dimensión simbólica no sólo implica descifrar y asumir un lugar en un campo lingüístico de restricciones y posibilidades presentes en la estructura del lenguaje. Es posible hablar no sólo de redes semánticas que articulan lo social, sino de mapas corporales que sostienen las identidades. Las formas genitales que no son clasificables con claridad al nacimiento o un desarrollo corporal ambiguo inesperado rompen con la lógica reproductiva. La casuística intersex fractura la certidumbre de que las formas genitales, observables al nacimiento, son el ancla natural de una serie de eslabones que terminarían conformando identidades coherentes, estables y bien adaptadas a los requerimientos socioculturales. Abordar lo que llamamos identidad sexual como un problema —y no como una cosa— exige un esfuerzo extra para suspender la estructura dicotómica que separa en el entendimiento lo que en la experiencia real está ligado. En torno a la designación sexual se presenta una diversidad de situaciones. La designación sexual abarca dos actos que pueden ser simultáneos e iniciar aun antes del nacimiento: la declaración de sexo y la asignación de un nombre. La pregunta “¿qué fue (niño o niña)?” devela el carácter ontológico del sexo: parece que el sexo siempre ha sido. Los exámenes de ultrasonido que se hacen algunas mujeres confirman esta idea: la declaración del sexo en un recién nacido no representa el momento inaugural del sexo, sino su confirmación. Se supone un sexo que ha estado presente desde el origen en ese ser. La estructuración biológica antecede al lenguaje, pero es en la estructura del lenguaje donde la materialidad corporal encuentra su sentido o fracasa.